El anarcosindicalismo catalán no era independentista

quemades_segui_i_pestana_2El autor discute las recientes interpretaciones sobre una tendencia independentista dentro de la CNT catalana hechas a partir de una conferencia del dirigente obrero Salvador Seguí.

Con la proximidad de las elecciones catalanas hemos podido comprobar el poder que los referentes históricos tienen para justificar las posiciones ideológicas presentes. Y para poder llegar a esos cometidos no se duda en ningún momento en manipular, malversar o malinterpretar algunas posiciones. Algo que en el nacionalismo es muy usual.

En una entrevista a David Fernández, candidato de las CUP (Candidatures d´Unitat Popular), se puso a Salvador Seguí, el “Noi del Sucre”, como ejemplo de la búsqueda de la independencia de Cataluña por un discurso que dio en el Ateneo de Madrid en octubre de 1919. Otras aportaciones han repetido la idea también en las páginas de DIAGONAL. El texto extraído decía así: “Que se dé, no ya la autonomía, que está después de todo es aceptable; que se dé incluso la independencia a Cataluña, y ¿sabéis quienes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Nosotros, no; de ninguna manera. Nosotros nos entenderíamos muy bien y pronto con la burguesía catalana. ¿Sabéis, repito, quienes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Los mercaderes de la Liga regionalista; la misma burguesía catalana que está dentro de la Liga regionalista, sería la que no aceptaría de ninguna manera la independencia de Cataluña”. Analizando el párrafo se puede llegar a la conclusión que Salvador Seguí, figura indiscutible de la CNT en ese momento, era partidario o no vería con malos ojos la independencia catalana. Así se puede formar la idea de que el anarcosindicalismo tuvo una variante independentista en Cataluña.

Recurrí a mi biblioteca donde tenía transcrito el texto completo de Salvador Seguí en el Ateneo de Madrid. En 1919 tanto Salvador Seguí como Ángel Pestaña dieron una serie de conferencias en Madrid donde departieron del sindicalismo y del terrorismo patronal en Barcelona. Al leer la conferencia completa de Seguí se puede entender lo extrapolada y fuera de lugar que queda la argumentación del dirigente de las CUP o posteriores políticos que recurrieron a Seguí para justificar sus ideas. En esa misma conferencia Seguí dice textualmente lo siguiente: “En Cataluña –hay necesidad de decirlo así – existe otro problema que el nuestro, y este he dicho ya anteriormente, no es el problema de Cataluña que es de España y es universal. En Cataluña no hay problema catalán, porque allí solamente siente ese problema la burguesía organizada, que está bajo los auspicios de la Liga regionalista”. El epígrafe que encabeza la conferencia reza de forma contundente: «En Cataluña no hay otro problema que el del proletariado». En aquellas interesantes conferencias tanto Salvador Seguí como Ángel Pestaña quisieron demostrar lo siguiente: El problema que existía en el proletariado catalán era el problema que había generado el capitalismo. En aquellos momentos esa burguesía catalana, que defendía la independencia de Cataluña, apoyaba al Fomento del Trabajo y veía con buenos las políticas de represión contra el movimiento obrero que se estaba llevando a cabo por parte de los gobernadores civiles, militares, el Sindicato Libre de la patronal y la propia Corona de España. Un pistolerismo que llevó a Salvador Seguí a ser asesinado en 1923. Asesinato aplaudido por Cambó y los regionalistas.

Quizá escogió mal ejemplo el miembro de la CUP para poder reivindicar la independencia de Cataluña desde posiciones de izquierdas. El anarcosindicalismo nunca fue partidario de la independencia de Cataluña. Se da la situación de que la organización más poderosa del movimiento obrero catalán era la CNT, que apenas tenía sentimientos nacionalistas. Muy por el contrario los nacionalistas catalanes partían de posiciones de inferioridad numérica. Ello llevaba incluso a tildar a los integrantes de la CNT de “murcianos”, nombre despectivo que se daba a todo aquel que no había nacido en Cataluña.

Los sectores más progresistas del catalanismo, como fueron Lluis Companys, Francesc Layret (asesinados también por los pistoleros del Sindicato Libre) o Francesc Macià, intentaron siempre ganarse la confianza de los libertarios. Sin embargo la CNT siempre leyó la lucha política en clave internacionalista, al igual que era un sindicato de enorme implantación en todo el territorio español.

Cuando se proclamó la República en 1931, fue quizá el momento más dulce del nacionalismo catalán. Sin embargo no llegaron a proclamar la independencia de Cataluña. Los factores fueron varios:

– 1. Companys no pudo ver cumplido su objetivo de una República catalana dentro de la República española. El modelo que adoptó el Estado republicano español fue el autonómico. En ese sentido Companys no era un independentista sino un republicano federal.

– 2. El independentismo quedó reducido a unos pequeños grupos como Estat catalá, cuyos miembros Josep Dencàs y Ventura Gassol fueron acusados de acercamiento a los fascistas italianos. En el caso de Dencàs era cierto.

– 3. La fuerza del anarcosindicalismo en Cataluña impedía cualquier intento de independencia, pues las fuerzas libertarias podrían conducir la revolución por derroteros que la propia burguesía catalana no aceptaba. De hecho los catalanistas llegaron a hacer surgir un sindicato propio de payeses, la Unió de Rabassaires (nacida en 1922), con el objetivo de descargar de influencia a la CNT.

Tal es así que al decretarse la Huelga General revolucionaria de octubre de 1934, la CNT la apoya en toda España, pero no la convoca en Cataluña, donde son los nacionalistas los que encabezan el movimiento y los anarcosindicalistas no se sienten identificados con ellos.

El inicio de Guerra Civil marca el canto del cisne para todas las organizaciones. En Cataluña se desarrolla una auténtica revolución en el campo y la ciudad que desborda a las organizaciones nacionalistas como ERC, hasta que paulatinamente se vuelven a hacer con el control de la situación. Pero en todo momento la CNT tuvo una importantísima presencia tanto en los comités de fábrica, en el campo o en la Generalitat de Cataluña, hasta los Sucesos de Mayo de 1937. ERC, o algunos de sus sectores, encuentran un buen aliado en el PSUC, partido que proviene de la unificación de fuerzas emprendidas por los comunistas, que llegan incluso a controlar el sindicato UGT para plantear una contrafuerza a la CNT. Un PSUC que se mostró como una sección catalana de la Komintern, política que era incluso censurada por el propio PCE, pues solo podía haber una sección de la Internacional por país. Pero el PSUC llegó a conseguir el reconocimiento dentro de la Komintern como sección gracias a las gestiones de Joan Comorera, lo cual planteó una ruptura en la fuerte unidad que se había cimentado en el comunismo español hasta ese momento.

La derrota en la Guerra provoca la fuerte represión contra todos los componentes de las organizaciones de izquierda. A la muerte del dictador y la vuelta de la organizaciones a la legalidad, es el momento en el que en Cataluña, ya sin la influencia del anarcosindicalismo minado por la represión franquista y por el caso Scala y las escisiones en democracia, el nacionalismo se vuelve hegemónico.

Los independentistas catalanes tienen multitud de referentes históricos para poder cimentar sus ideas. Desde Companys hasta Layret, de Maciá a Tarradellas, y así un largo etcétera. Pero poner como ejemplo a Salvador Seguí o a cualquier anarcosindicalista es meterse en un jardín difícil de justificar, porque si hubo un movimiento que compitió con el nacionalismo por la influencia de la clase obrera, ese fue el anarcosindicalismo, movimiento hegemónico en el movimiento obrero y político catalán.

Publicado en Diagonal

Acción directa y desobediencia civil: diferencias

Publicaba la otra semana un artículo sobre acción directa (que podéis leer de nuevo haciendo click aquí). En aquel texto presentaba las ideas básicas de la acción directa, así como ésta se relaciona directamente con el anarquismo. De pasada mencionaba que acción directa y desobediencia civil no son exactamente la misma cosa, lo que generó cierta reacción en algunes lectores. En este artículo pretendo explorar de mejor manera las diferencias entre estos dos elementos. [1]

Tomemos de nuevo el ejemplo que puse en el texto sobre acción directa. [2] Supongamos ahora que la función social que cumple la discoteca (es decir, la función de proporcionar diversión musical y un espacio para relacionarse con otras personas) es considerada como necesaria por el barrio. Ante esta situación les vecines pueden optar por un sinfín de acciones. Supongamos que deciden bloquear por la noche la entrada de la discoteca. Hasta aquí estaríamos ante un ejemplo de desobediencia civil en tanto que se está desobedeciendo la ley impuesta (bloquear la entrada a un establecimiento «correctamente» regulado). Sin embargo, el problema del ruido sigue presente.

Así pues, imaginemos que les vecines deciden no solamente bloquear la entrada, pero también cortar el suministro de electricidad de la discoteca (de esta forma el ruido cesa). Una vez más, teniendo en cuenta lo que hemos dicho de «la función social de la discoteca», estamos ante un ejemplo de desobediencia civil. ¿Por qué? Porque no se está supliendo la función social del establecimiento ahora bloqueado y «cortado» de la red eléctrica. No hay ruido, es cierto. Pero tampoco hay un espacio óptimo en el que divertirse, escuchar música, y relacionarse con otras personas.

Como se puede derivar del ejemplo anterior, la desobediencia civil simplemente desacata la normativa de la Administración (por la razón que sea), pero no cuestiona la autoridad legal y moral del Ayuntamiento y de la policía. La acción directa que proponemos les anarquistas es muy diferente: no solamente queremos bloquear y «cortar» a la ruidosa discoteca, sino que también proponemos suministrar (por nuestra propia cuenta) la misma función social que proporcionaba el establecimiento. Entonces, ¿qué sería acción directa? Siguiendo con el mismo ejemplo, acción directa sería bloquear la discoteca, «cortar» la música, y abrir una nueva discoteca que no haga ruido y cumpla solidariamente con las necesidades del barrio. Así de sencillo.

Me vais a permitir ahora un poco de disertación teórica para ahondar un poco más en la cuestión. Como hemos dicho, la desobediencia civil no cuestiona la autoridad del Ayuntamiento o del Estado. La desobediencia civil se limita a señalar y mostrar que cierto grupo de personas no está conforme con la legalidad vigente. No obstante, se deriva que este grupo de personas está a la espera de que la Administración predisponga de nuevas leyes que satisfagan las expectativas de dicho grupo movilizado.

Por otro lado, la acción directa planteada por el anarquismo no solamente señala las injusticias de la legalidad vigente, sino que además incita a las personas a vivir sus vidas como si no existiera ningún aparato estatal o administrativo que impongan leyes y normas de comportamiento. La acción directa nos hace ser libres, o mejor dicho, nos hace vivir nuestras vidas como si fuéramos libres. Si necesitamos un colegio público en nuestro barrio, la acción directa propone abrir uno (para satisfacer las funciones que proporciona un centro escolar) por nuestra cuenta. La desobediencia civil propondría bloquear el Ayuntamiento o acciones similares. La diferencia es más que clara: la desobediencia civil depende de la autoridad y poder de la Administración, mientras que la acción directa niega todo poder y autoridad vertical.

En conclusión, la desobediencia civil no llevará a las personas más allá de la reforma del sistema imperante. La acción directa, por su parte, no solamente bloquea el funcionamiento del sistema vigente, sino que además propone un marco de acción más libertador, pues se basa en la concepción del ser humano como un ente libre y creador de su propia realidad, sin necesidad de Administración, Estado, policía, o representantes. Lo que queremos, lo creamos nosotres mismes.

La Colectividad – Regeneración

Fuente: http://www.regeneracionlibertaria.org/accion-directa-y-desobediencia-civil-diferencias

Notas

[1] Convendría mencionar que la diferencia entre acción directa y desobediencia civil va más allá de los debates teóricos. Es decir, ésta también es una cuestión práctica.

[2] Recordemos de manera rápida: en un barrio encontramos una discoteca con todos los permisos del ayuntamiento. No obstante, los niveles de ruido son insoportables (por mucho que la Administración diga que el nivel de decibelios cumple con la normativa). Ante esto, les vecines deciden cerrar la discoteca por la fuerza.

Enlaces relacionados / Fuente:
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El capitalismo, paradigma del Progreso. ¡Hasta para el “socialismo”!

OctavioAlberola-2Imaginemos que, gracias a los recursos actuales de la medicina, Marx y Engels hubiesen podido ser conservados en estado de coma hasta el día de hoy, y que ahora recobrasen plenamente su conciencia de entonces y se les pudiera preguntar su opinión sobre el milagroso vuelco dialéctico que se ha producido en la historia: ¡el capitalismo convertido en paradigma del Progreso, inclusive para el socialismo! Por lo menos, para ese “socialismo” que Marx, Engels y sus seguidores creyeron poder alcanzar tras la conquista del Poder y el establecimiento de la Dictadura del Proletariado por el Partido Comunista.

Cada uno es libre de imaginar lo que los inventores del “materialismo histórico” nos dirían ante tan prodigiosa y milagrosa síntesis dialéctica producida por la historia en estas ultimas décadas; pero todos debemos reconocer que es realmente sorprendente encontrarnos ante esta – hasta hace poco inimaginable – vía hacia el Progreso soñado por el socialismo marxista. Y eso pese a que en ninguna otra época de la historia la “utopía” capitalista alcanzó la “racionalidad” funcional que ha alcanzado en la nuestra. Una “racionalidad” que, pese al progreso material logrado, jamás ha sido tan negativa, para la libertad y la propia supervivencia del hombre, como lo es actualmente.

Que el capitalismo es hoy el paradigma del Progreso en todas las sociedades humanas es un obviedad irrefutable. Como también lo es el hecho de que los pueblos son incapaces, al estar hipnotizados por la magia del consumo capitalista, de imaginar otra forma de “progreso” que la de un “confort” cada vez mayor. Una hipnosis que no les permite ver la coexistencia, en las sociedades actuales, de la “racionalidad” capitalista con la barbarie, en una permanente promiscuidad en el mundo de la tecnológica y en el de la praxis política. Una promiscuidad obscena que nos da el espectáculo aberrante de sociedades preparando viajes cósmicos mientras millones de hombres siguen marchando descalzos sobre la tierra, y en las que Democracia y tiranía funcionan bajo el imperio de la mercancía, deshumanizando la especie con la obsesión del “confort” y la “eficacia”, mientras la “racionalidad” capitalista y la barbarie siguen gestando víctimas y verdugos.

La sublimación de la alienación

La obsesionada búsqueda del “confort” y de la “eficacia” nos ha llevado a la “mundialización” que hace funcionar todas las zonas del mundo bajo las mismas pautas de la sociedad industrial desarrollada, de manera que el proceso de integración opera esencialmente en casi todas ellas sin terror abierto y bajo las formas más sutiles de la dominación: la democracia y el consumo.

Ya no hay colonias; pero ahora el imperialismo capitalista transnacional neo-coloniza el mundo con las mercancías, los técnicos, los administradores, los capitales y, cuando todavía es necesario, las armas. Es la totalidad capitalista del Progreso la que está en marcha y en ella ya no es posible hacer más la distinción entre negocios y política, provecho y prestigio, necesidades y publicidad. Es un “modo de vida” que se exporta a sí mismo a través de la dinámica de la totalidad mundializada. Ese materialismo individualista del “tener”, sacrificando el “ser”, que se ha impuesto como forma única de vida en esta sociedad-mundo. El individualismo del imperio de la “libertad de empresa” y del reino del “mercado”, cosificando las personas por el fetichismo del consumo, que hace que la “satisfacción” aumente en función de la masa de mercancías que se “tienen” o que se “consumen”. Esa satisfacción instintiva del “tener” que se transforma en convicción de “ser libre” a través del consumo: de la libertad de consumir. Pero sin otra libertad que ésta. Esa idea capitalista de libertad que permite liberarse de la explotación volviéndose explotador de sí mismo o de otros. Esas falacias que se materializan en la ilusión del “nivel de vida” creciendo exponencialmente y sin límite, pero que juntas hace posible la aceptación de la dominación y permiten al Sistema su consolidación y perpetuación..

Lo sorprendente es que estas falacias ahoguen las necesidades que piden liberación, comprendida la necesidad de liberarse de aquello que es soportable, ventajoso y confortable, porque sólo responde a la lógica del desarrollo capitalista. Como la de producir y consumir lo superfluo, o la de hacer un trabajo embrutecedor que no es verdaderamente necesario, o complacerse en formas de ocio que adulan y prologan el embrutecimiento, o mantener libertades frustrantes (tales que la libertad de comercio, la libertad de prensa, la libertad de compra) que sólo sirven para el buen funcionamiento de los controles sociales.

Como pues sorprendernos de que los miembros de esta sociedad sean incapaces de ver que la libertad reglamentada se convierte en un instrumento de dominación poderoso. Que la libertad no debería ser medida según la elección que es ofrecida al individuo sino en función de lo que éste puede escoger para “ser” y no sólo para “tener”. Que el hecho de poder escoger libremente los amos o de poder escoger entre una gran variedad de mercancías y servicios no suprime la existencia de amos y esclavos. Que tales libertades no son prueba de ser libre y que sólo se es libre cuando se puede decidir la forma en que se quiere vivir

De ahí que la integración de la clase obrera, en el nuevo mundo tecnológico del trabajo y de la producción, no le permita ser la oposición, la contradicción activa y viviente de la sociedad capitalista desarrollada. No sólo porque el velo tecnológico del instrumento de producción, transformado en “bien común”, logra disimular la desigualdad y la esclavitud, sino porque obsesionada por consumir renuncia a decidir. De suerte que las decisiones fundamentales que la conciernen son tomadas a un nivel en el que ella no tiene ningún control. Y poco importa si es un sistema democrático o un sistema totalitario el que concede al Estado el monopolio de este poder de decisión; pues, aunque siempre lo ejerza con la escusa de realizar un proyecto histórico de transformación y organización de la actividad y la relación social en beneficio de la colectividad, el resultado es siempre el mismo para la clase trabajadora: el Estado decide y la clase trabajadora ejecuta. Una relación de dependencia y sumisión, aceptada por la promesa ilusoria de “mejoría continua del nivel de vida” dentro del sistema de convivencia social jerárquica. Sumisión y dependencia que la mantiene en la alienación y, en consecuencia, sin perspectiva de emancipación .

El fracaso de la alternativa autoritaria

Hubo momentos en la historia en que la erradicación de la alienación parecía posible, inclusive manteniendo la racionalidad autoritaria. En teoría, una economía estatalizada debía permitir una planificación racional de la producción y el consumo, de manera a obtener una productividad máxima del trabajo y del capital para asegurar un desarrollo igualitario y sostenible para todos. Y ello porque, en ese tipo de economía, no deberían existir intereses particulares de lucro ni resistencia estructural de parte de los trabajadores, al poderse reducir considerablemente las horas de trabajo y aumentar el confort de todos. De ahí que, bajo esos presupuestos, la racionalidad autoritaria “marxista-leninista” pareciese ser idónea para alcanzar tal objetivo.

La revolución socialista debía conducir a una sociedad en la que sus mismos realizadores (en otro tiempo simples objetos de “producir ante todo”) llegarían –por fin- a ser individuos a parte entera: tanto para planificar y utilizar los instrumentos de su trabajo que para satisfacer sus propias necesidades y deseos. Por primera vez en la historia debíamos ver a los hombres actuando, libre y colectivamente, contra la necesidad que restringía su libertad y limitaba su humanidad. Entonces, y sólo entonces, toda represión impuesta por la necesidad sería verdaderamente y libremente aceptada.

Pero el desarrollo de la sociedad comunista ha estado a lo opuesto de esta concepción y de esta esperanza. En ella, el hombre fue reducido a la esclavitud por los instrumentos de su trabajo en el marco de una racionalidad decidida por el Estado-Partido. Una racionalidad que, además de no lograr mejorar el nivel de vida, reenvió el cambio cualitativo – la transición del capitalismo de Estado al socialismo – a una fase que nunca llegó.

Pero lo grave no es sólo que esa fase no llegara sino que todas las experiencias fundadas en el “marxismo-leninismo” (para llegar al socialismo a través de la racionalidad autoritaria del Estado) hayan acabado restableciendo el capitalismo en su forma originaria más brutal, defraudado las ilusiones de los millones de explotados que un día creyeron poder emanciparse a través de esa ideología.

Un fracaso tan nefasto para la lucha por la emancipación que nos obliga, a todos los que no queremos renunciar a luchar por ella, a encontrar las causas que lo provocaron; pues de ello depende que los explotados puedan volver a desear emanciparse y a luchar por conseguirlo.

La erradicación de la alienación

Lo primero es pues reconocer lo que produjo un tal fracaso; pues es evidente que la historia de todas esas experiencias ha demostrado – como lo reconocen ya muchos de los que adhirieron a la propuesta marxista-leninista – que no “es posible edificar la sociedad comunista en un sistema de Estado comportando un aparato adecuado de sujeción física y una burocracia” (1). Pretender que, en una economía que se quiere “socialista”, es posible mantener el funcionamiento de las categorías mercantiles y dejar la utilización de la ley del valor en manos de la burocracia y los tecnócratas; pues eso no es sólo un contrasentido sino la negación del socialismo. Ya que es querer socializar la economía rechazando el descapitalizarla. Contentarse de una revolución económica fraseológica para hacer evolucionar el capitalismo de empresa privada hacia el capitalismo de Estado. Pues capitalismo de Estado es dejar incólumes las raíces de la acumulación, la concentración de capitales y nuevos beneficios (cada vez más grandes) entre las manos de nuevas categorías sociales, de nuevas clases dirigentes que no tardarán en monopolizar la utilización de la ley del valor y de las categorías mercantiles para su exclusivo provecho.

Así pues, el capitalismo y el comunismo autoritario habiendo demostrado suficientemente su incapacidad – en tanto que proyectos hegemónicos – para resolver los graves problemas del mundo y sólo proponiendo un Progreso que, además de injusto e irracional es destructor del medio ambiente, se impone encontrar una nueva negación del Orden establecido que permita liberarnos de la alienación y potenciar de nuevo la lucha contra la explotación y la dominación. Sin olvidar que, dada la situación en la que nos encontramos hoy, estamos obligados –por razones de simple supervivencia – a renunciar al Progreso capitalista del “tener” y a buscar uno que privilegie el “ser”. Pues sólo así nos erradicaremos de la alienación y podremos poner en marcha una humanidad capaz de comenzar una historia que tenga por objetivo realizar plenamente los valores humanos que todos revindicamos.

Octavio Alberola

(1) Adam Schaff, director de la Academia polonesa de ciencias.

Una mirada anarquista a la autonomía zapatista

anarcozapatista.normalAsí, en este proceso íntimo, directo, fuera de los reflectores, y las multitudes, es que pudimos, los que fuimos y los que irán, conocer un poco mejor al zapatismo, a l@s zapatistas, entenderles, aprenderles, reconocerles, y ver paralelismos entre el planteamiento anarquista y el proceso zapatista.

En agosto pasado, el EZLN en una nueva iniciativa, de esas que buscan dialogar con l@s otr@s que somos, convocó a quien quisiera asomarse un poco a la realidad de los pueblos zapatistas, conocer de primera mano cuáles han sido sus logros, y todo eso que amerita conocerse de los movimientos, y experiencias de resistencia. Acudí en calidad de perfecto “don nadie”, a fin de conocer un poco más su lucha, sus procesos, y entender eso que dicen los zapatistas que es la libertad, según la concepción que ellos y ellas han construido.

En primera instancia, he de decir que me reivindico anarquista, y asumo que es necesario luchar en contra este monstruo social, político y económico basado en la dominación, en sus diferentes formas y colores: Política, a partir del Estado y sus instituciones que se imponen sobre los grupos humanos; económica, a partir de la lógica de explotación y enajenación del trabajo, impuesta a partir de la propiedad privada; social-cultural, pues dentro de nuestras dinámicas sociales y concepciones culturales, la dominación está inmersa en el cómo nos relacionamos y concebimos, un@s con otr@s. Anarquista porque creo que podemos construir una dinámica social, fuera de cualquier dominación, donde nos relacionemos en equidad, libertad, apoyo mutuo, donde tod@s podamos ser dueñ@s de nuestras voluntades, capacidades, trabajo, procesos sociales, formas organizativas, es decir, que podamos construir un mundo libre, ese que se dice que “llevamos en nuestros corazones”, ese que se dice “que está creciendo en este mismo instante”.

Esa libertad, que desde la perspectiva anarquista es eminentemente social, que no puede existir como una mera libertad individual, sino que requiere ser una libertad igual para tod@s, donde la expresión individual de ella, es reflejo y complemento de la igual libertad del otr@, esa libertad no es posible mientras existan los aparatos y dinámicas de dominación, donde un@s se apropian de las decisiones y voluntades, capacidades organizativas, creativas, productivas, del trabajo mismo de l@s más que somos acá abajo, y en ese sentido, nos levantamos, luchamos en contra de este sistema político, económico, sociocultural.

Much@s, propios y extraños, podrán preguntar ¿qué hace un anarquista queriendo conocer un proceso de una organización vertical, de “orígenes” marxistas, donde es obvia la presencia de una organización militar jerárquica? La verdad es que desde la aparición del EZLN no han sido pocos l@s anarquistas que se han acercado, simpatizado o solidarizado con la lucha zapatista, ni soy un caso especial, ni soy el único, sin que esto sea una contradicción, ni implique una renuncia a nuestra afirmación como anarquistas, ni un dejar de lado las críticas a modelos basados en formas autoritarias, pero tampoco creyéndonos con la potestad de señalar a los no anarquistas como impuros y herejes de la libertad, sino asumiendo, que como anarquistas, no podemos ni queremos imponer nuestra posición a l@s otr@s, ni decir que “sólo mi anarquismo es válido y verdadero”. Pero estas líneas no son para exponer las relaciones y visiones del anarquismo frente a otras formas de lucha, sino para hablar de la experiencia de haber asistido a la Escuelita Zapatista, a tratar de conocer qué es la libertad según los y las zapatistas.

No voy a relatar mi experiencia del viaje ni sus avatares, ni si se nos ponchó una llanta, o si nos caímos bien, que no es que no tenga su validez, pero creo que hay cosas más importantes que compartir, aunque sea de manera somera. No es la primera vez que me he acercado a territorio zapatista a escuchar su palabra y experiencia de lucha, tampoco soy un amplio conocedor del zapatismo, conozco lo suficiente para saber, y reconocer, que es uno de los esfuerzos de lucha con más importancia actualmente, a pesar de poder tener desacuerdos con el zapatismo.

¿Qué significo para mí cómo anarquista la experiencia de la Escuelita?

Para empezar, implicó conocer al zapatismo desde otra óptica, desde adentro mismo, no en un acto masivo, a pesar de que sí fue masivo, pero no en presencia de las figuras emblemáticas del zapatismo (tan queridas u odiadas por un@s y otr@s, que centran su atención en los personajes visibles), es decir, no estaba el “Sup Marcos”, que acostumbra despertar las pasiones o los odios, según quien le mire y oiga. No estaba el CCRI, ni la CG del EZLN[1] [1], por lo que a pesar de ser en sí mismo un evento masivo, fue mucho más íntimo, no a partir de discursos que se prestan a que uno no haga caso, o no entienda o no quiera entender.

Se trató de algo más profundo a mi parecer, no mejor, ni peor, no más o menos verdadero, sino más profundo, fue ir y ver con propios ojos, sentir con tus propias manos, escuchar de las voces que hacen al EZLN, la de sus pueblos, vivir, aunque por pocos días lo que es la construcción de su autonomía, la lucha cotidiana, esa que es la profundidad de la lucha zapatista en sí misma. Es decir, experimentar de cerca, en directo al zapatismo, un “que no le digan, que no le cuenten”, un “para que no digan que el zapatismo es lo que ustedes quieren entender desde la academia, desde su política, o desde sus planteamientos, vengan, conozcan y constaten desde nosotros mismos, desde las comunidades zapatistas mismas”: “ESTO es el Zapatismo”.

Así, en este proceso íntimo, directo, fuera de los reflectores, y las multitudes, es que pudimos, los que fuimos y los que irán, conocer un poco mejor al zapatismo, a l@s zapatistas, entenderles, aprenderles, reconocerles, y ver paralelismos entre el planteamiento anarquista y el proceso zapatista. No que se pueda decir que el zapatismo es casi-casi anarquista, ni al revés, no que se pueda decir “somos lo mismito mero, sin diferencias, sin divergencias”, sino entendiendo que el proceso zapatista, es justo eso, zapatista, es suyo, se ha construido en su cotidianidad, en sus comunidades.

Encontré paralelismos, puentes que se comparten, planteamientos, prácticas zapatistas, que me remiten hacia las propuestas anarquistas, no porque los zapatistas los hayan retomado de los libros de Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesa, Goldman y otr@s pensadores anarquistas, sino que son resultado de su propia experiencia y teoría, que como dicen ellos se hace en la práctica.

De estos puentes de encuentro, entre uno y otro planteamiento, podría resaltar la importancia de la democracia y la acción directa, ese binomio fundamental en el anarquismo, que remite hacia la responsabilidad y potestad que tenemos de ser dueños de nuestras decisiones, capacidades organizativas, en colectivo, de tomar en nuestras manos nuestra historia, nuestros procesos sociales, siendo nosotr@s mism@s los responsables de llevar a la acción dichas decisiones sin esperar la decisión, ni la intromisión de un tercero externo. Este es uno de los principios fundamentales del anarquismo como propuesta revolucionaria social, y al hablar con el compañero al que me asignaron, con su familia, con otras personas en la comunidad, me queda claro, la importancia de la democracia directa en el actuar zapatista, en la organización de sus autoridades y gobiernos autónomos, en sus formas de tomar las decisiones, a partir de sus asambleas, comunitarias, municipales, o zonales, donde se intenta construir decisiones por consensos, encontrando soluciones en las que el colectivo este de acuerdo, entendiéndose entre los que tienen una y otra postura y propuestas, y de la mano de esta, la responsabilidad de actuar desde ellos mismos para solucionar un problema, autogestionándose sus necesidades.

Otro paralelismo encontrado, fue la insistencia de la inexistencia de recetas, por lo que las soluciones parten de la experiencia propia de la comunidad, del grupo, a base de experimentar cual es la mejor forma de resolver las situaciones, sin imponerse sobre el/la otr@, a partir de una serie de principios, donde se expresa claros paralelismos (más allá de ciertas palabras como “mandar y “obedecer”): Servir y no servirse; Representar y no suplantar; Construir y no destruir; Obedecer y no mandar; Proponer y no imponer; Convencer y no vencer; Bajar y no subir. Estos siete principios zapatistas, en voz de ell@s mism@s, son la guía esencial para las autoridades comunitarias, municipales, zonales, y la toma de decisiones.

Un tema de interés para mí es cómo se construían los consensos, después de varios ejemplos, el compañero que fue mi maestro, resumía “takal takal”, es decir “poco a poco”, con paciencia, convenciendo, experimentando, encontrando entre tod@s la forma de que tod@s quedemos satisfech@s, como compañer@s, intentando entender al otr@, sin imponernos.

Otro tema, fue el de la concepción del “buen gobierno”. Desde la concepción anarquista, no puede existir un “buen gobierno”, el gobierno en sí mismo es una institución de dominación política, sin embargo, hemos de recordar que esta concepción anarquista de “gobierno” deviene de la concepción occidental-capitalista, que es inseparable de la concepción del Estado. Entre el mundo indígena, aunque se usen palabras iguales, como gobierno y autoridad, estas tienen una concepción distinta, propia que no se relacionan con las concepciones occidentales que cargamos y en las que fuimos formados. El “buen gobierno”, me decía el maestro, y me explicaba el Votán, es aquel que está formado por el pueblo, el que no manda, sino el que obedece lo que dice la comunidad, el pueblo. La concepción de gobierno indígena zapatista, es justo la del pueblo organizándose, decidiendo, actuando, cuyos representantes: sus autoridades y sus órganos de gobierno autónomo, son elegidos en asambleas, y todas las acciones de estos, son sometidas a aprobación y revisión por parte de dichas asambleas, en quienes residen las decisiones.

Un paralelismo más, es la importancia a la acción colectiva, pues l@s zapatistas, asumen que construir lo que hace falta construir, es una responsabilidad colectiva, no se puede esperar que alguien más, o unos cuantos hagan las cosas. En las comunidades zapatistas el trabajo colectivo está dirigido hacia cubrir una necesidad colectiva, en estas actividades no solo se construye un bien colectivo, sino que se refuerza la comunidad misma.

Entre los pueblos zapatistas existen muchas formas de resolver una situación, o enfrentar un problema. No existe pues una receta única, ni organizativa, ni de forma de tomar decisiones, ni de forma de llevarlas a cabo. Cada pueblo, cada región, cada municipio, cada zona, construye mediante la experiencia estas cuestiones, reconociendo sin mayor problema que hay cuestiones que no saben cómo resolverlas, o cómo se resolverían cuando se presenten, asumiendo que los errores son necesarios para aprender de ellos, así, se dan modelos de organización diversos, formas de resolver las situaciones diferentes de una a otra comunidad, y un intercambio de experiencias, para compartir entre ellos los cómo resolver, reconociendo siempre que no están exentos de errores, y que de estos se aprende construyendo, en el actuar, directo, vivo, constante, a partir de la experiencia propia y específica, en colectivo, sin imponerse un@s sobre otr@s.

Por último, en las comunidades zapatista, se vive un proceso de transformación que habita desde lo más profundo, es decir, desde su cotidianidad, desde sus pueblos mismos, y asumen, dice el compañero que fue maestro, que hay muchas cosas que no han logrado. Han conseguido construir su modelo y su sistema educativo, desde ellos mismos, desde su propia historia; su sistema de salud, donde no hace falta un título para servir a tu comunidad, y donde tu conocimiento no se hace un vehículo de superioridad, y asimetría social, sino un vehículo del bienestar colectivo. Han construido sus formas propias de gobierno y autoridad, muy desde ellos, que reside en los pueblos, en la democracia directa, que se acompaña siempre de la acción directa, han avanzado en una transformación cultural, respecto a prácticas y concepciones patriarcales, desde la propia experiencia y aspiraciones de las mujeres zapatistas, no desde una concepción occidental femenina académica, europea, o citadina, sino desde ellas mismas, transformando prácticas que estaban y están arraigadas culturalmente. En este tema es cuando el compañero maestro, de edad avanzada, hombre, indígena, asume que como pueblos les falta cosas por avanzar, reconoce sus limitantes, y que a fuerza del empuje de las compañeras han podido tener avances, para eliminar el machismo, la violencia, “takal takal, no todo de por sí”, dice, pero reconoce lo que él ha avanzado como hombre, y lo que la comunidad ha avanzado al respecto, una transformación cultural profunda, a la que dice “de por si toda vía falta”.

En suma, como anarquista, sigo teniendo puntos de divergencia frente al zapatismo, asumo que no es anarquismo, ni lo será, entiendo que es un proceso propio, que se construye desde su experiencia, donde obviamente pueden haber concepciones o prácticas con las que disiento como anarquista, pero asumo que mi idea y concepción de una revolución, y de una sociedad libre de dominación y explotación, no es y no puede ser impuesta a l@s otr@s, ni idéntica, no por esto me incapacito de darme la posibilidad de conocer otros esfuerzos de lucha, reconocerles su valía, no en medida de que tanto se parezcan a mi planteamiento, sino en medida de ser proyectos y procesos propios de quien los construye. Estos puntos de divergencia, no impiden que reconozca, que respete su proceso de resistencia y lucha, ni que encuentre paralelismos entre una y otra forma, paralelismos que no parten de ser idénticos y tener el mismo origen, sino que en la construcción se hacen de alguna forma similares en algunos puntos.

En suma, y para finalizar. Soy anarquista, claramente estoy convencido de que se puede construir una sociedad libre de dominación y explotación, no concuerdo con dinámicas jerárquicas, ni autoritarias, y esa es mi afirmación, mi concepción del cómo se puede construir esa sociedad libre, pero como anarquista, mi idea no tiene que ser la misma que la de l@s demás, me basta que en primer instancia sean procesos de resistencia sociales, construidos a partir de las concepciones propias, reconozco algunos paralelismos con la propuesta y práctica zapatista, y reconozco las divergencias, o diferencias. Esto, no me hace ser menos anarquista, ni a ellos menos zapatistas.

Al final, cómo decía el Malatesta, no soy dueño de la verdad, ni del método infalible, cada quien construye sus propios procesos, y estos coinciden y/o divergen en algunos puntos. Los puntos de coincidencia nos hermanan, los de divergencia nos ponen enfrente un reto de aprender entre compañer@s a respetarnos mutuamente.

“No es cuestión de tener razón o no: es cuestión de libertad, libertad para todos, libertad para cada uno siempre que no viole…la igual libertad de los demás. Nadie puede juzgar de manera segura quién tiene razón o no, quién está más cerca de la verdad, y qué vía conduce mejor al mayor bien para cada uno y para todos. La libertad constituye el único medio para llegar, mediante la experiencia, a lo verdadero y a lo mejor”

No omito las divergencias, ni la parte del origen del EZLN que deviene de la tradición marxista, más esto no nos hace enemigos per se, ante todo intento ubicar los puntos de encuentro, que pueden posibilitar alianzas en contra del sistema de dominación y explotación estatal y capitalista, y reivindico la diversidad de propuestas rebeldes, revolucionarias, pues como anarquista estoy en contra de los “purismos” ideológicos, de los pensamientos únicos y homogeneizadores, y eso me obliga a reconocer y respetar otros esfuerzos, siempre que no se impongan, ni intenten dominar.

La diferencia no implica que no pueda aprender algo, por poco o mucho que sea de esos otros proyectos, propuestas, prácticas y planteamientos, y vale decir, que l@s anarquistas podemos, si quisiéramos, aprender mucho, no sólo del zapatismo, sino de otros procesos sociales, y viceversa. Pensar lo contrario sería pensarnos “terminados”, “totales”, como si estuviéramos exentos por nombrarnos anarquista de prácticas y concepciones de dominación, en nuestras familias, círculos de amistades, laborales, con la pareja, en nuestros propios colectivos, y organismos.

Al final, parto de que al menos yo, como intento de anarquista, si tengo mucho que aprender, que conocer, y reconocer, y en este sentido, la Escuelita Zapatista abre esta posibilidad de acercamiento, de conocimiento y reconocimiento, que tanto nos hace falta.

Atte.

Uno, de esos de la bandera negra, con la A circundada.