Así, en este proceso íntimo, directo, fuera de los reflectores, y las multitudes, es que pudimos, los que fuimos y los que irán, conocer un poco mejor al zapatismo, a l@s zapatistas, entenderles, aprenderles, reconocerles, y ver paralelismos entre el planteamiento anarquista y el proceso zapatista.
En agosto pasado, el EZLN en una nueva iniciativa, de esas que buscan dialogar con l@s otr@s que somos, convocó a quien quisiera asomarse un poco a la realidad de los pueblos zapatistas, conocer de primera mano cuáles han sido sus logros, y todo eso que amerita conocerse de los movimientos, y experiencias de resistencia. Acudí en calidad de perfecto “don nadie”, a fin de conocer un poco más su lucha, sus procesos, y entender eso que dicen los zapatistas que es la libertad, según la concepción que ellos y ellas han construido.
En primera instancia, he de decir que me reivindico anarquista, y asumo que es necesario luchar en contra este monstruo social, político y económico basado en la dominación, en sus diferentes formas y colores: Política, a partir del Estado y sus instituciones que se imponen sobre los grupos humanos; económica, a partir de la lógica de explotación y enajenación del trabajo, impuesta a partir de la propiedad privada; social-cultural, pues dentro de nuestras dinámicas sociales y concepciones culturales, la dominación está inmersa en el cómo nos relacionamos y concebimos, un@s con otr@s. Anarquista porque creo que podemos construir una dinámica social, fuera de cualquier dominación, donde nos relacionemos en equidad, libertad, apoyo mutuo, donde tod@s podamos ser dueñ@s de nuestras voluntades, capacidades, trabajo, procesos sociales, formas organizativas, es decir, que podamos construir un mundo libre, ese que se dice que “llevamos en nuestros corazones”, ese que se dice “que está creciendo en este mismo instante”.
Esa libertad, que desde la perspectiva anarquista es eminentemente social, que no puede existir como una mera libertad individual, sino que requiere ser una libertad igual para tod@s, donde la expresión individual de ella, es reflejo y complemento de la igual libertad del otr@, esa libertad no es posible mientras existan los aparatos y dinámicas de dominación, donde un@s se apropian de las decisiones y voluntades, capacidades organizativas, creativas, productivas, del trabajo mismo de l@s más que somos acá abajo, y en ese sentido, nos levantamos, luchamos en contra de este sistema político, económico, sociocultural.
Much@s, propios y extraños, podrán preguntar ¿qué hace un anarquista queriendo conocer un proceso de una organización vertical, de “orígenes” marxistas, donde es obvia la presencia de una organización militar jerárquica? La verdad es que desde la aparición del EZLN no han sido pocos l@s anarquistas que se han acercado, simpatizado o solidarizado con la lucha zapatista, ni soy un caso especial, ni soy el único, sin que esto sea una contradicción, ni implique una renuncia a nuestra afirmación como anarquistas, ni un dejar de lado las críticas a modelos basados en formas autoritarias, pero tampoco creyéndonos con la potestad de señalar a los no anarquistas como impuros y herejes de la libertad, sino asumiendo, que como anarquistas, no podemos ni queremos imponer nuestra posición a l@s otr@s, ni decir que “sólo mi anarquismo es válido y verdadero”. Pero estas líneas no son para exponer las relaciones y visiones del anarquismo frente a otras formas de lucha, sino para hablar de la experiencia de haber asistido a la Escuelita Zapatista, a tratar de conocer qué es la libertad según los y las zapatistas.
No voy a relatar mi experiencia del viaje ni sus avatares, ni si se nos ponchó una llanta, o si nos caímos bien, que no es que no tenga su validez, pero creo que hay cosas más importantes que compartir, aunque sea de manera somera. No es la primera vez que me he acercado a territorio zapatista a escuchar su palabra y experiencia de lucha, tampoco soy un amplio conocedor del zapatismo, conozco lo suficiente para saber, y reconocer, que es uno de los esfuerzos de lucha con más importancia actualmente, a pesar de poder tener desacuerdos con el zapatismo.
¿Qué significo para mí cómo anarquista la experiencia de la Escuelita?
Para empezar, implicó conocer al zapatismo desde otra óptica, desde adentro mismo, no en un acto masivo, a pesar de que sí fue masivo, pero no en presencia de las figuras emblemáticas del zapatismo (tan queridas u odiadas por un@s y otr@s, que centran su atención en los personajes visibles), es decir, no estaba el “Sup Marcos”, que acostumbra despertar las pasiones o los odios, según quien le mire y oiga. No estaba el CCRI, ni la CG del EZLN[1] [1], por lo que a pesar de ser en sí mismo un evento masivo, fue mucho más íntimo, no a partir de discursos que se prestan a que uno no haga caso, o no entienda o no quiera entender.
Se trató de algo más profundo a mi parecer, no mejor, ni peor, no más o menos verdadero, sino más profundo, fue ir y ver con propios ojos, sentir con tus propias manos, escuchar de las voces que hacen al EZLN, la de sus pueblos, vivir, aunque por pocos días lo que es la construcción de su autonomía, la lucha cotidiana, esa que es la profundidad de la lucha zapatista en sí misma. Es decir, experimentar de cerca, en directo al zapatismo, un “que no le digan, que no le cuenten”, un “para que no digan que el zapatismo es lo que ustedes quieren entender desde la academia, desde su política, o desde sus planteamientos, vengan, conozcan y constaten desde nosotros mismos, desde las comunidades zapatistas mismas”: “ESTO es el Zapatismo”.
Así, en este proceso íntimo, directo, fuera de los reflectores, y las multitudes, es que pudimos, los que fuimos y los que irán, conocer un poco mejor al zapatismo, a l@s zapatistas, entenderles, aprenderles, reconocerles, y ver paralelismos entre el planteamiento anarquista y el proceso zapatista. No que se pueda decir que el zapatismo es casi-casi anarquista, ni al revés, no que se pueda decir “somos lo mismito mero, sin diferencias, sin divergencias”, sino entendiendo que el proceso zapatista, es justo eso, zapatista, es suyo, se ha construido en su cotidianidad, en sus comunidades.
Encontré paralelismos, puentes que se comparten, planteamientos, prácticas zapatistas, que me remiten hacia las propuestas anarquistas, no porque los zapatistas los hayan retomado de los libros de Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesa, Goldman y otr@s pensadores anarquistas, sino que son resultado de su propia experiencia y teoría, que como dicen ellos se hace en la práctica.
De estos puentes de encuentro, entre uno y otro planteamiento, podría resaltar la importancia de la democracia y la acción directa, ese binomio fundamental en el anarquismo, que remite hacia la responsabilidad y potestad que tenemos de ser dueños de nuestras decisiones, capacidades organizativas, en colectivo, de tomar en nuestras manos nuestra historia, nuestros procesos sociales, siendo nosotr@s mism@s los responsables de llevar a la acción dichas decisiones sin esperar la decisión, ni la intromisión de un tercero externo. Este es uno de los principios fundamentales del anarquismo como propuesta revolucionaria social, y al hablar con el compañero al que me asignaron, con su familia, con otras personas en la comunidad, me queda claro, la importancia de la democracia directa en el actuar zapatista, en la organización de sus autoridades y gobiernos autónomos, en sus formas de tomar las decisiones, a partir de sus asambleas, comunitarias, municipales, o zonales, donde se intenta construir decisiones por consensos, encontrando soluciones en las que el colectivo este de acuerdo, entendiéndose entre los que tienen una y otra postura y propuestas, y de la mano de esta, la responsabilidad de actuar desde ellos mismos para solucionar un problema, autogestionándose sus necesidades.
Otro paralelismo encontrado, fue la insistencia de la inexistencia de recetas, por lo que las soluciones parten de la experiencia propia de la comunidad, del grupo, a base de experimentar cual es la mejor forma de resolver las situaciones, sin imponerse sobre el/la otr@, a partir de una serie de principios, donde se expresa claros paralelismos (más allá de ciertas palabras como “mandar y “obedecer”): Servir y no servirse; Representar y no suplantar; Construir y no destruir; Obedecer y no mandar; Proponer y no imponer; Convencer y no vencer; Bajar y no subir. Estos siete principios zapatistas, en voz de ell@s mism@s, son la guía esencial para las autoridades comunitarias, municipales, zonales, y la toma de decisiones.
Un tema de interés para mí es cómo se construían los consensos, después de varios ejemplos, el compañero que fue mi maestro, resumía “takal takal”, es decir “poco a poco”, con paciencia, convenciendo, experimentando, encontrando entre tod@s la forma de que tod@s quedemos satisfech@s, como compañer@s, intentando entender al otr@, sin imponernos.
Otro tema, fue el de la concepción del “buen gobierno”. Desde la concepción anarquista, no puede existir un “buen gobierno”, el gobierno en sí mismo es una institución de dominación política, sin embargo, hemos de recordar que esta concepción anarquista de “gobierno” deviene de la concepción occidental-capitalista, que es inseparable de la concepción del Estado. Entre el mundo indígena, aunque se usen palabras iguales, como gobierno y autoridad, estas tienen una concepción distinta, propia que no se relacionan con las concepciones occidentales que cargamos y en las que fuimos formados. El “buen gobierno”, me decía el maestro, y me explicaba el Votán, es aquel que está formado por el pueblo, el que no manda, sino el que obedece lo que dice la comunidad, el pueblo. La concepción de gobierno indígena zapatista, es justo la del pueblo organizándose, decidiendo, actuando, cuyos representantes: sus autoridades y sus órganos de gobierno autónomo, son elegidos en asambleas, y todas las acciones de estos, son sometidas a aprobación y revisión por parte de dichas asambleas, en quienes residen las decisiones.
Un paralelismo más, es la importancia a la acción colectiva, pues l@s zapatistas, asumen que construir lo que hace falta construir, es una responsabilidad colectiva, no se puede esperar que alguien más, o unos cuantos hagan las cosas. En las comunidades zapatistas el trabajo colectivo está dirigido hacia cubrir una necesidad colectiva, en estas actividades no solo se construye un bien colectivo, sino que se refuerza la comunidad misma.
Entre los pueblos zapatistas existen muchas formas de resolver una situación, o enfrentar un problema. No existe pues una receta única, ni organizativa, ni de forma de tomar decisiones, ni de forma de llevarlas a cabo. Cada pueblo, cada región, cada municipio, cada zona, construye mediante la experiencia estas cuestiones, reconociendo sin mayor problema que hay cuestiones que no saben cómo resolverlas, o cómo se resolverían cuando se presenten, asumiendo que los errores son necesarios para aprender de ellos, así, se dan modelos de organización diversos, formas de resolver las situaciones diferentes de una a otra comunidad, y un intercambio de experiencias, para compartir entre ellos los cómo resolver, reconociendo siempre que no están exentos de errores, y que de estos se aprende construyendo, en el actuar, directo, vivo, constante, a partir de la experiencia propia y específica, en colectivo, sin imponerse un@s sobre otr@s.
Por último, en las comunidades zapatista, se vive un proceso de transformación que habita desde lo más profundo, es decir, desde su cotidianidad, desde sus pueblos mismos, y asumen, dice el compañero que fue maestro, que hay muchas cosas que no han logrado. Han conseguido construir su modelo y su sistema educativo, desde ellos mismos, desde su propia historia; su sistema de salud, donde no hace falta un título para servir a tu comunidad, y donde tu conocimiento no se hace un vehículo de superioridad, y asimetría social, sino un vehículo del bienestar colectivo. Han construido sus formas propias de gobierno y autoridad, muy desde ellos, que reside en los pueblos, en la democracia directa, que se acompaña siempre de la acción directa, han avanzado en una transformación cultural, respecto a prácticas y concepciones patriarcales, desde la propia experiencia y aspiraciones de las mujeres zapatistas, no desde una concepción occidental femenina académica, europea, o citadina, sino desde ellas mismas, transformando prácticas que estaban y están arraigadas culturalmente. En este tema es cuando el compañero maestro, de edad avanzada, hombre, indígena, asume que como pueblos les falta cosas por avanzar, reconoce sus limitantes, y que a fuerza del empuje de las compañeras han podido tener avances, para eliminar el machismo, la violencia, “takal takal, no todo de por sí”, dice, pero reconoce lo que él ha avanzado como hombre, y lo que la comunidad ha avanzado al respecto, una transformación cultural profunda, a la que dice “de por si toda vía falta”.
En suma, como anarquista, sigo teniendo puntos de divergencia frente al zapatismo, asumo que no es anarquismo, ni lo será, entiendo que es un proceso propio, que se construye desde su experiencia, donde obviamente pueden haber concepciones o prácticas con las que disiento como anarquista, pero asumo que mi idea y concepción de una revolución, y de una sociedad libre de dominación y explotación, no es y no puede ser impuesta a l@s otr@s, ni idéntica, no por esto me incapacito de darme la posibilidad de conocer otros esfuerzos de lucha, reconocerles su valía, no en medida de que tanto se parezcan a mi planteamiento, sino en medida de ser proyectos y procesos propios de quien los construye. Estos puntos de divergencia, no impiden que reconozca, que respete su proceso de resistencia y lucha, ni que encuentre paralelismos entre una y otra forma, paralelismos que no parten de ser idénticos y tener el mismo origen, sino que en la construcción se hacen de alguna forma similares en algunos puntos.
En suma, y para finalizar. Soy anarquista, claramente estoy convencido de que se puede construir una sociedad libre de dominación y explotación, no concuerdo con dinámicas jerárquicas, ni autoritarias, y esa es mi afirmación, mi concepción del cómo se puede construir esa sociedad libre, pero como anarquista, mi idea no tiene que ser la misma que la de l@s demás, me basta que en primer instancia sean procesos de resistencia sociales, construidos a partir de las concepciones propias, reconozco algunos paralelismos con la propuesta y práctica zapatista, y reconozco las divergencias, o diferencias. Esto, no me hace ser menos anarquista, ni a ellos menos zapatistas.
Al final, cómo decía el Malatesta, no soy dueño de la verdad, ni del método infalible, cada quien construye sus propios procesos, y estos coinciden y/o divergen en algunos puntos. Los puntos de coincidencia nos hermanan, los de divergencia nos ponen enfrente un reto de aprender entre compañer@s a respetarnos mutuamente.
“No es cuestión de tener razón o no: es cuestión de libertad, libertad para todos, libertad para cada uno siempre que no viole…la igual libertad de los demás. Nadie puede juzgar de manera segura quién tiene razón o no, quién está más cerca de la verdad, y qué vía conduce mejor al mayor bien para cada uno y para todos. La libertad constituye el único medio para llegar, mediante la experiencia, a lo verdadero y a lo mejor”
No omito las divergencias, ni la parte del origen del EZLN que deviene de la tradición marxista, más esto no nos hace enemigos per se, ante todo intento ubicar los puntos de encuentro, que pueden posibilitar alianzas en contra del sistema de dominación y explotación estatal y capitalista, y reivindico la diversidad de propuestas rebeldes, revolucionarias, pues como anarquista estoy en contra de los “purismos” ideológicos, de los pensamientos únicos y homogeneizadores, y eso me obliga a reconocer y respetar otros esfuerzos, siempre que no se impongan, ni intenten dominar.
La diferencia no implica que no pueda aprender algo, por poco o mucho que sea de esos otros proyectos, propuestas, prácticas y planteamientos, y vale decir, que l@s anarquistas podemos, si quisiéramos, aprender mucho, no sólo del zapatismo, sino de otros procesos sociales, y viceversa. Pensar lo contrario sería pensarnos “terminados”, “totales”, como si estuviéramos exentos por nombrarnos anarquista de prácticas y concepciones de dominación, en nuestras familias, círculos de amistades, laborales, con la pareja, en nuestros propios colectivos, y organismos.
Al final, parto de que al menos yo, como intento de anarquista, si tengo mucho que aprender, que conocer, y reconocer, y en este sentido, la Escuelita Zapatista abre esta posibilidad de acercamiento, de conocimiento y reconocimiento, que tanto nos hace falta.
Atte.
Uno, de esos de la bandera negra, con la A circundada.